Mi Ranking de pecados capitales

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viernes, 1 de agosto de 2008

¿Cómo es la cosa?

Me venciste. No pude contigo. Lo inestable que me vuelves, la energía que me robas es suficiente razón para decirte nunca más. Eres sólo un sabor, una sensación y un mito. No eres ni fuiste parte de mí. En alguna época te aprovechaste de mi inocencia para hacerme creer que más fuerte me hacías, que eras el néctar del desesperanzado, que habías sido proclamado para ser el redentor de los sujetos que, como yo, sufrían por no llegar a conocer el amor. Eres una mentira, tu cielo es también una mentira. Pocas fueran las ocasiones en que trajiste verdadera alegría. No te odio, pero como no te necesito, y tú podrías llegar a necesitarme, te abandono, porque en mí tranquilidad no equivale a insomnio, ni alegría a tener sed, ni realización a no pensar. ¿Me venciste, o yo te vencí?

miércoles, 14 de mayo de 2008

De lo que es la música, de lo que son los géneros

La facilidad con la que puedo pasar de una canción, de un álbum, de un artista y de un género a otro, pareciera no ser una característica compartida con la mayoría. Son dos características las implicadas, o dos capacidades. La primera: la de poder englobar dentro de el imaginario musical que tengo en mi mente, y espíritu, muchas tendencias, algunas muy distantes entre sí, que pueden todas, tal vez de manera diferente, provocar goce a mis sentidos. La segunda, que, por supuesto, proviene de la primera pero podría no darse es la de poderlas combinar prácticamente sin ningún problema. Me refiero al hecho de no necesitar una barrera física o imaginaria para separar una cosa que me gusta de otra, no tener que decir ‘’ Bueno, aquí acabó al Death Metal, a partir de la próxima hora nada que supere los 120 Beats por segundo ‘’. Mi computador funciona como una emisora Crossover, pero una emisora crossover que tal vez jamás existiría, que toca Flesh and the Power it holds (Death), en seguida ‘’ The Bitter End ‘’ (Placebo), después I wouldn’t want to be like you (The Alan Parsons Proyect), Clash City Rockers (The Clash), Welcome Home (Coheed And Cambria), Cornflake Girl (Tori Amos), Fires at Midnight (Blackmore’s Night) y luego, dejemos por ahora aquí, Jihad (Slayer)… De esta forma, una atmósfera desaparece dando paso enseguida a una totalmente diferente. Se cambia de sentimientos, de época, de expectativas comerciales, y, por supuesto, aunque en el ejemplo no ocurría, de idiomas.

Aclaro, que aunque la barrera no me es necesaria a veces la utilizo. Por diversas razones. Una puede ser el hecho, compartido por todos, de que una situación emocional particular (o hasta un simple antojo) nos puede conducir a una tanda de canciones con un sonido o un mensaje bastante definidos. Otra es, claro, que los álbumes, en especial los de buena música, están dotados de un concepto, más allá de eso, un alma. Por eso muchos deben, o es aconsejable, ser escuchados de la primera canción hasta la última. Aquí llego un punto que para mí es fundamental: los artistas (no en todos los casos) han construido sus discos, y puede que toda su carrera, en torno a una unidad musical, una atmósfera y hasta una posición con respecto a la vida. Y eso es algo absolutamente notable. Que Rhapsody no hable de política, eso lo puede hacer Pennywise, que ninguno de los dos rasgue la voz que para eso está Cradle of Filth, que As I Lay Dying además de rasgarla sean cristianos, que en el Grindcore se desprecien los solos de guitarra, mientras sacan canciones con letras estupidas que duran como veinte segundos (no lo digo en tono peyorativo) y que las bandas Emo narren dramas juveniles. Todo eso está realmente bien, pero lo que me parece malo, o digamos aburrido, es que esos purismos, esos sellos característicos, que le quedan bien a los artistas porque son los que están generando arte, se nos queden como normas estilísticas impositivas a los que no somos más que fanáticos. Y esto es algo que lamentablemente se liga más a la música que a ninguna otra manifestación artística o cultural ¿A alguien lo han insultado por revolver en su estantería juegos de estrategia y de deporte? O ¿películas surrealistas con neorrealistas? Digo lamentable, por supuesto, por la enorme intolerancia, la falta de respeto por los gustos del otro que tanto se da hoy en día. Lo triste es que, como sería más correcto o por lo menos más inteligible, no se odia y molesta al que tiene los gustos más apartados e incomprensibles. No, a ese se le deja en paz, aunque igual se le desprecia. Se ataca es a quien comete la infamia de mezclar gustos buenos, con gustos profanos (Ver Origen y evolución de las especies de melómanos, en Sociología y cultura de Pierre Bourdieu). O escucha derivados modernos o de dudosa reputación (Por haber cometido exogamia, por ejemplo) del género favorito de quien lanza el anatema, o mezcla los cantos sagrados con otros correspondientes a otro estilo, que por tradición no se les ha considerado afines ni aceptados. Lo curioso es que parece que fuera más fácil expiar las culpas de alguien que ha escuchado Thrash Metal y Vallenato, que las del que ha hecho lo propio con Thrash y Screamo. Y no miento, si digo que un punteo en una canción de Kreator me recordó a Panda (que en agresividad no alcanza a rayar en lo Screamo, lo cual hace más brutal la comparación). El que encuentre parecido entre Violent revolution y Caracoles de colores que me lo notifique ya.

Para algunos, puede que exagere cuando hablo de los conflictos que surgen a partir de la dificultad de la gente para aceptar la apropiación de distintas tendencias a la vez. Y yo acepto, yo confieso, que también me llega a irritar ver sujetos con esquemas de gustos musicales totalmente inverosímiles. Pero es que ¿DLG y Helloween? ¡Por Dios! Uno, en serio, no sabe qué pensar. A veces me preocupan, y me dan risa irónica, esas conductas tan extremas. Por un lado, quien no admite nada que no sea Black Escandinavo Crudo y anticristiano, y habla pestes de Dimmu Borgir, y por el otro, el que escucha Carcass y Tito el Bambino. En verdad, estos casos tan extremos son los menos. No obstante existen, en niveles más o menos rígidos, especializaciones y purismos en el gusto musical de mucha gente. Y considero que quien no los tiene en absoluto es porque no se interesa en verdad por la música y/o tiene una visión precaria de ella. En cuanto a quién sabe más de música, creo que, en cualquier caso, no puede ser alguien que se encuentre en alguno de los dos extremos.

En todo caso, no puedo hablar por los demás, y cada uno es libre de exponer los motivos por los que su gusto musical se ve limitado. Es así que como persona me deja mucho que desear aquel que sólo escucha Metal, y también el que rechaza totalmente este género. En ambos casos, podría hablar de seres prejuiciosos o cerrados (que esas inclinaciones son meramente culturales) pero qué me dice que en realidad estas personas no tengan un impedimento en su cerebro para, en el primer caso, recibir con satisfacción una música distinta al Metal, y en el segundo, para decodificar por lo menos una cancioncita de ese estilo. Lo que sí pueden y deben comprender es que los sentidos de las otras personas pueden ser capaces de pasar por procesos selectivos distintos que los lleven a incluir o a combinar sonidos de esa forma tan ‘’ aberrante ‘’. En lo personal, diré que mi vida es amplia e indeterminada en muchos sentidos. La pluralidad que percibo en el aire, y el equilibrio que debe aparecer para todas esa cantidad de significados que vuelan libres por ahí, me hace apreciar momentos sensoriales de distinta naturaleza. No soy blanco o negro, tengo matices. Tengo sensibilidad social, pero a veces quiero algo de romance o de fantasía. Me gustan lo desgarrador, pero también lo sutil. Me enloquece un doble bombo, un teclado juguetón me pude hacer emocionar. Una voz gutural puede despertar la bestia a que hay en mí, o una etérea conmoverme. La guitarra es capaz de hablar y construir los discursos más impactantes, pero puede hacerse una bonita melodía sin ella. Con mi bipolaridad paso de la angustia a la serenidad. La música que escucho puede atravesar momentos parecidos. Pretender que sólo me guste un ritmo, es como sentenciar que sólo me van a fascinar las chicas pelirrojas, ojiazules, con zapatos rojos, rellenitas, de 1.68. Absolutamente ridículo. Puedo despreciar algunos, muchos quizá, tipos de mujeres igual que estilos musicales, pero no puedo reducir todo a una sola fórmula mágica. Y, finalmente, ahora que he descubierto que el deleite por la música es equiparable al que siento por las mujeres, entiendo porque en ninguno de los dos casos puedo hablar de una ideal. Las mujeres y la música son perfectas como concepto (sigo prefiriendo lo segundo), pero no hay ni mujer, ni agrupación perfecta (En un instante cualquiera puede parecerlo). Lo son sólo como conjunto.

lunes, 28 de abril de 2008

DE LO QUE ES EL MUNDO, Y UN POCO DE LA POCO CORDIAL RELACIÓN QUE TENGO CON ÉL

Hablo desde ésta irritación que siento. De un mundo que me aterroriza y me entristece. De la contradicción que se plantea mi existencia, cuando, en momentos diferentes, puede querer morirse mañana o vivir por siempre. Algunos sentimientos se desvanecen, camino con sonrisa que si bien no es fingida tampoco revela todo lo que se está cocinando adentro. Me deleito con belleza que no puedo tocar. Juego con las palabras, construyo frases que nunca pensé y sigo adelante. En una imagen mental amontono todo el mundo – siento que esto ya lo escribí antes. Vuelvo a lo que está delante de mí y veo caras nuevas, y en ellas la belleza pero también una suerte de abandono, una idea de degradación. Tal vez es que mi alma se corroe más, al enfrentarse al eterno retorno de los conceptos, a la guerra ideológica. Los días se reinventan pero repiten muchas cosas y yo no soy el mismo. Soy más fuerte y caigo menos en el desahucio. Toco la música que me inspira y tomó aliento de nuevo.

Me mueve el mero impulso de saber que estar vivo es todo cuanto puedo hacer. Que mis procesos mentales son el patrimonio más grande que puedo poseer. Que siempre voy a estar para recordarme que el conflicto del mundo aparece reproducido hasta en la cosa más pequeñita. ‘’ No quiero ser secuestrado, no quiero ser abaleado, no quiero me destrocen el corazón ‘’, miedos todo el tiempo. De nuevo tengo la sensación clásica, estar a punto de vomitar el corazón. Más controlable ahora, incluso comunicable. El mundo no se ha hecho menos agresivo; yo sí más preparado. Más años encima, más palabras e imágenes, caminos aprendidos, mentiras fácilmente reconocibles y unos huesos más cansados.

Este es el mundo, y la sociedad, del autoengaño. Se sabe que se vive para morir, pero no se llora por eso, ni por saber que el amor, aparte de no ser eterno, corre el peligro de que se declare su inexistencia. El espectáculo barato llama la atención de la mayoría. Y se extiende por múltiples vías. El pueblo se desangra. El dinero enloquece. Nos llena de odio una cosa y la otra. Se destruye el planeta y se acaba el agua limpia, pero no se detiene la fabricación de artículos de novedad dando la impresión de que el futuro será brillante y duradero. La música es la música y sólo importa como tal; me meto por el culo lo sensible al tacto, el iPhone y la TV Digital; la tecnología me apasiona y a la vez me enferma, y mientas sigamos avanzando va ocurrir más lo segundo. Soy de la clase obrera y qué. Mis padres no hicieron ni el bachillerato, y no soy la bestia atolondrada malhablada y manipulable que los ricos pretenden que sea. Esa clase trabajadora que por una miseria lleva al cuerpo a los extremos del esfuerzo. Pero no soy ese. En esfuerzo físico soy una vergüenza para cualquiera de esos negros tenaces que bultean todo el puto día sin pensar en que bien podrían suicidarse o iniciar una revolución para luchar por todo eso que les negaron. Dios puso en su continente de donde provienen sus ancestros una que otra maravilla natural pero ellos nunca la podrán ver y no lloran por eso. Qué basura de mundo, donde a unos se les condena a pasar años tras años moviéndose en un espacio de tierra infinitamente reducido en comparación con la inmensidad del planeta.

Me vomito en la moda, la etiqueta y el glamour. Lo que venden como correcto en términos estilísticos me tiene sin cuidado. No me gusta la gente, pero sufro cuando la matan sin razón. También cuando las humillaciones y la segregación ayudan a perpetuar esta maldita cadena de odio que cubre al planeta. Veo un mundo en el que las inequidades parecen insalvables. Donde me jodo la cabeza pensando en cochinos pesos. Donde el amor está condicionado, el engaño no se detiene y el peligro acecha en cada esquina. Yo no me muero de hambre ni lo haré. Pero una de las cosas más valiosas que tiene el hombre, y que no debería perderse del todo, es la capacidad de ponerse en los zapatos de otros. Yo no puedo hacer para nada para ayudar, y por ahora ayudarme a mí mismo es algo que en cierta forma me excede. Me percibo con una considerable porción de egoísmo. Pero no doy nada por sentado, cuestiono todo el tiempo, reelaboro mis ideas, y si es necesario que pida perdón por juicios apresurados y por sentimientos viles lo haré, si mi conciencia así lo dicta, con total honestidad y humildad. Lo único que puedo es seguir mirando a los lados, atrás y adelante, buscando explicaciones cada vez más precisas de qué es todo esto.

Acerca del que escribe

En buena medida, he dejado mi porvenir en manos de lo que la suerte pueda ofrecerme. No hago grandes esfuerzos por acoplarme a las lógicas sociales y culturales de éste mundo, el cual siempre me ha generado, y ahora quizá más que nunca, una sensación de enorme desarraigo. Intento maltratar lo menos que se pueda mi frágil cuerpo. Arrastro mi torpe existencia a través de más o menos las mismas calles. Sino, estoy en casa, alimentando mi espíritu con música imperecedera, y escribiendo, escribiendo y escribiendo. Paro, leo, o juego algún videojuego. A veces, nada de eso; me tiro en la cama, miro el tosquísimo techo mientras paso algún objeto por mis manos ligeramente temblorosas y cientos de pequeños discursos por mi mente.

Soy un inútil espectacular. No me verán derrochando virtuosismo en la práctica de ninguna de las artes nobles. Tampoco en actividades comunes y populares, como bailar salsa y reggeaton o armar porros. Soy un tributo al Dios de la apatía, un tratado andante acerca de lo impredecible que puede resultar la mente humana. Rompo esquemas de normalidad, y eventualmente acaricio la neurosis. No sigo un libro de normas referente a nada. Me es imposible identificarme de forma fuerte con un estilo de vida o una tendencia artística particular. Digo no a las sectas, a los moldes, unos más elaborados que otros, que como ideas preconcebidas de lo que se puede y se debe ser intentan amarrar cada día a la gente. Le tengo quizá más miedo a las emociones que a los fantasmas. Conozco y deploro el estado de altísima insegura que rodea nuestras vidas, pero me muevo en la ciudad prácticamente sin temor. La gente me gusta y no me gusta. En términos generales no me gusta. Pero puedo profesar cariño, amor, respeto y admiración. A cada individuo le doy la oportunidad de demostrarme si en algún punto sus sensibilidades, y las visiones que tiene del mundo, se conectan con las mías. Incluso si no lo hacen, puedo sentir cariño por ellos. No es fácil llegar a ser amigo mío. Ser un conocido cordial tal vez sí. Pero en la práctica, mucha gente me desprecia o no les importo. Algunos me estiman sin entenderme, y aunque no es lo ideal, es bonito. Siento desprecio por el hombre común, y, en la mayoría de los casos, por el hombre violento.

Puedo apreciar la belleza. Tengo un sentido crítico, ese sí, arraigadísimo a mi naturaleza. Es como mi obsesión por analizar procesos, por intentar interiorizar toda información que flote alrededor mío, por hacerla inteligible, parte de la inmensa cadena intertextual que rige el mundo.

¿Mundo libre?

Maldita sociedad anti-democrática, retrograda y opresiva. Gente que se cree moderna, pero sus cabecitas llenas de aserrín se quedaron en la puta inquisición. Los hechos: en un colegio en Manizales echan dos niñas por lesbianas. Ellas demandan, ganan la demanda, las reintegran y cuando se disponen a asistir de nuevo se encuentran con una manifestación absurda de sus compañeritas gritando que no las quieren y que le dan mala imagen a la institución. Esta es la clase de basura que sólo genera más odio. Y si las dos chicas homosexuales quieren prenderle fuego al colegio, con o sin gente adentro, yo no tendría ningún reproche para ellas. Y si los Emos a los que golpean contratan sicarios para vengarse, sería regio. ¿Por qué? Porque aquí ya no hay remedio, vivimos entre la mierda. Gobiernos corruptos, miseria que se extiende, y para rematar gente estupida y paranoica que no acepta las diferencias. Tarados que creen haber recibido la revelación de cuál es el misterio de la vida. Es eso, o simplemente las drogas, la música basura, o una tradición barata fundada por gente más inteligente que ellos, pero de todas formas estupida, les tostó la cabeza.
Maldita la sociedad. Aquí todos son Fachos, y entre ellos son peores los que visten insignias de libertad o anarquía. Pero creen en las instituciones, ellos intentan ser unas. De pensamiento uniformizado, odian a los que no están en el grupo. Son como una puta iglesia, lanzan anatemas, tienen códigos, descalifican, se creen mejores. Pero todos son basura parte del sistema. Muchos son los que caen en esta colada y a mí en verdad me dan asco.

ANTI-ANTI EMO


De forma directa digo a los abanderados de las patéticas sectas Anti Emo creadas en torno a la red que les gusta perder su tiempo, como transmisores de energías negativas, en la conformación de nuevas formas de segregación e intolerancia. La idea de odiar a los Emo (Uso el concepto con una aparente propiedad cuando en realidad es una construcción sobre la que me quedan muchas dudas.) tiene muy poco de constructiva y tiene un fondo demasiado pobre. El Anti Emo es sólo un títere, una pieza más dentro del mecanismo cultural que intenta uniformizar comportamientos, coartando la libertad de individuos que, aunque se encuentren esclavizados por estéticas (En el caso de que sea así), deben tener la libertad de esclavizarse si así lo desean. No hay nada peor que gente que se crea liberal o anarquista y decida perder su tiempo intentando atacar a quienes quieran buscar significaciones distintas en la música, las emociones personales o las formas de vestir. Si tienen algo de cerebro, comprenderán que se encuentran en una contradicción. Y a los Antiemo, cuya aversión, les venga de un cuadro ideológico fascista de ‘’ nosotros tenemos la razón ‘’ y ‘’ si están fuera de nuestro pequeño circulo de elite son nuestros enemigos ‘’, les digo dos cosas: 1) Esta es una sociedad de derechos individuales, y, mientras alguien no afecte la integridad personal de los demás, puede vestirse como se le venga en gana, hacerse el peinado de marica que quiera, ponerse un tatuaje del papa en la nalga, berrear todo el tiempo o escuchar Vallenato y Grindcore (Alternados) todo el día; y el asco que le produzca, y el daño moral para sus purismos no se considerará como un delito. 2) Si le vale culo el sistema, porque lo quiere a destruir, no sé dedique sólo a expandir odio a los Emo’s, porque ahora parecería que ellos son los únicos diferentes, sino que escriba insultos y mate a cualquiera que se distinga de usted así sea por un poquito; EJ: si usted escucha música clásica, mate al chofer del bus que escucha salsa, a su mamá que escucha balada romántica, a su profesor de filosofía que es marica, póngale una bomba a una iglesia protestante…. Y si usted sigue vivo después de eso, tenga por seguro de que no será por mucho tiempo porque tendrá todo un sequito de humanos encolerizados dispuestos a triturarle hasta el más insignificante de sus huesos. Y como siempre todo como parte de la misma y antiquísima cadena de odio y violencia sin sentido que tiene a éste planeta jodido. Si le da miedo todo eso, entonces suicídese ya.

En realidad, como defiendo la libertad de expresión en toda su dimensión, no puedo pedir que se le quite la voz a estos grupos anti emo. Que sigan en sus foros maricas de Hi5 perdiendo el tiempo insultando a los individuos que tal vez menos daño le han hecho a esta sociedad. Claro que todos los actos de violencia cometidos en el plano físico deberán pagarlos, y si aún no los han cometido aconsejo que se abstengan, porque, así les duela, hay derechos humanos, y no sólo eso si no que hay una cosa muy trágicamente bonita llamada sed de venganza, así que como está esto yo no me metería con nadie porque sí. Y si no, volvamos al ejemplo de antes.
Lo que pido es que esta gente repiense un poco el propósito de su existencia, y si el proyecto más eficaz en el que se pueden envolver es insultar y golpear a un grupo de chicos que apropiaron una estética particular (no importa finalmente que música escuchan; el emotional Hardcore original no me parece una música ni mala ni especialmente hiriente para nadie, y es mucho mejor que la bachata o el tropipop) ¿Qué clase de individuos son? Y si todo es un asunto de estética, ¿Por qué no golpear a los hombres que usan sandalias? En lo personal me parecen ridículos, visualmente prefiero toda la vida unos converse con calaveritas. Piensen en que pasaría si a todo el mundo le diera por golpear al que le parece tonto, inapropiado, o ridículo (volver al ejemplo del asesino)...

jueves, 3 de abril de 2008

Buuuh...

Fantasmeo. Fantasmeo y no existo. Existo sólo si alguien me habla o, si al menos, me ve a los ojos. Si no oyen mis pasos ni mi respiración no estoy presente, soy fantasma. Fantasma que sostiene el libro. Alguien me impacta el brazo con su pie, pero no dice ni ve porque no estoy presente. Efímero en la multitud, no experimento emoción porque no hay intercambio. Ya he salido de allí, no hubo cambio. Fantasma, fantasma que no asusta.