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miércoles, 14 de mayo de 2008

De lo que es la música, de lo que son los géneros

La facilidad con la que puedo pasar de una canción, de un álbum, de un artista y de un género a otro, pareciera no ser una característica compartida con la mayoría. Son dos características las implicadas, o dos capacidades. La primera: la de poder englobar dentro de el imaginario musical que tengo en mi mente, y espíritu, muchas tendencias, algunas muy distantes entre sí, que pueden todas, tal vez de manera diferente, provocar goce a mis sentidos. La segunda, que, por supuesto, proviene de la primera pero podría no darse es la de poderlas combinar prácticamente sin ningún problema. Me refiero al hecho de no necesitar una barrera física o imaginaria para separar una cosa que me gusta de otra, no tener que decir ‘’ Bueno, aquí acabó al Death Metal, a partir de la próxima hora nada que supere los 120 Beats por segundo ‘’. Mi computador funciona como una emisora Crossover, pero una emisora crossover que tal vez jamás existiría, que toca Flesh and the Power it holds (Death), en seguida ‘’ The Bitter End ‘’ (Placebo), después I wouldn’t want to be like you (The Alan Parsons Proyect), Clash City Rockers (The Clash), Welcome Home (Coheed And Cambria), Cornflake Girl (Tori Amos), Fires at Midnight (Blackmore’s Night) y luego, dejemos por ahora aquí, Jihad (Slayer)… De esta forma, una atmósfera desaparece dando paso enseguida a una totalmente diferente. Se cambia de sentimientos, de época, de expectativas comerciales, y, por supuesto, aunque en el ejemplo no ocurría, de idiomas.

Aclaro, que aunque la barrera no me es necesaria a veces la utilizo. Por diversas razones. Una puede ser el hecho, compartido por todos, de que una situación emocional particular (o hasta un simple antojo) nos puede conducir a una tanda de canciones con un sonido o un mensaje bastante definidos. Otra es, claro, que los álbumes, en especial los de buena música, están dotados de un concepto, más allá de eso, un alma. Por eso muchos deben, o es aconsejable, ser escuchados de la primera canción hasta la última. Aquí llego un punto que para mí es fundamental: los artistas (no en todos los casos) han construido sus discos, y puede que toda su carrera, en torno a una unidad musical, una atmósfera y hasta una posición con respecto a la vida. Y eso es algo absolutamente notable. Que Rhapsody no hable de política, eso lo puede hacer Pennywise, que ninguno de los dos rasgue la voz que para eso está Cradle of Filth, que As I Lay Dying además de rasgarla sean cristianos, que en el Grindcore se desprecien los solos de guitarra, mientras sacan canciones con letras estupidas que duran como veinte segundos (no lo digo en tono peyorativo) y que las bandas Emo narren dramas juveniles. Todo eso está realmente bien, pero lo que me parece malo, o digamos aburrido, es que esos purismos, esos sellos característicos, que le quedan bien a los artistas porque son los que están generando arte, se nos queden como normas estilísticas impositivas a los que no somos más que fanáticos. Y esto es algo que lamentablemente se liga más a la música que a ninguna otra manifestación artística o cultural ¿A alguien lo han insultado por revolver en su estantería juegos de estrategia y de deporte? O ¿películas surrealistas con neorrealistas? Digo lamentable, por supuesto, por la enorme intolerancia, la falta de respeto por los gustos del otro que tanto se da hoy en día. Lo triste es que, como sería más correcto o por lo menos más inteligible, no se odia y molesta al que tiene los gustos más apartados e incomprensibles. No, a ese se le deja en paz, aunque igual se le desprecia. Se ataca es a quien comete la infamia de mezclar gustos buenos, con gustos profanos (Ver Origen y evolución de las especies de melómanos, en Sociología y cultura de Pierre Bourdieu). O escucha derivados modernos o de dudosa reputación (Por haber cometido exogamia, por ejemplo) del género favorito de quien lanza el anatema, o mezcla los cantos sagrados con otros correspondientes a otro estilo, que por tradición no se les ha considerado afines ni aceptados. Lo curioso es que parece que fuera más fácil expiar las culpas de alguien que ha escuchado Thrash Metal y Vallenato, que las del que ha hecho lo propio con Thrash y Screamo. Y no miento, si digo que un punteo en una canción de Kreator me recordó a Panda (que en agresividad no alcanza a rayar en lo Screamo, lo cual hace más brutal la comparación). El que encuentre parecido entre Violent revolution y Caracoles de colores que me lo notifique ya.

Para algunos, puede que exagere cuando hablo de los conflictos que surgen a partir de la dificultad de la gente para aceptar la apropiación de distintas tendencias a la vez. Y yo acepto, yo confieso, que también me llega a irritar ver sujetos con esquemas de gustos musicales totalmente inverosímiles. Pero es que ¿DLG y Helloween? ¡Por Dios! Uno, en serio, no sabe qué pensar. A veces me preocupan, y me dan risa irónica, esas conductas tan extremas. Por un lado, quien no admite nada que no sea Black Escandinavo Crudo y anticristiano, y habla pestes de Dimmu Borgir, y por el otro, el que escucha Carcass y Tito el Bambino. En verdad, estos casos tan extremos son los menos. No obstante existen, en niveles más o menos rígidos, especializaciones y purismos en el gusto musical de mucha gente. Y considero que quien no los tiene en absoluto es porque no se interesa en verdad por la música y/o tiene una visión precaria de ella. En cuanto a quién sabe más de música, creo que, en cualquier caso, no puede ser alguien que se encuentre en alguno de los dos extremos.

En todo caso, no puedo hablar por los demás, y cada uno es libre de exponer los motivos por los que su gusto musical se ve limitado. Es así que como persona me deja mucho que desear aquel que sólo escucha Metal, y también el que rechaza totalmente este género. En ambos casos, podría hablar de seres prejuiciosos o cerrados (que esas inclinaciones son meramente culturales) pero qué me dice que en realidad estas personas no tengan un impedimento en su cerebro para, en el primer caso, recibir con satisfacción una música distinta al Metal, y en el segundo, para decodificar por lo menos una cancioncita de ese estilo. Lo que sí pueden y deben comprender es que los sentidos de las otras personas pueden ser capaces de pasar por procesos selectivos distintos que los lleven a incluir o a combinar sonidos de esa forma tan ‘’ aberrante ‘’. En lo personal, diré que mi vida es amplia e indeterminada en muchos sentidos. La pluralidad que percibo en el aire, y el equilibrio que debe aparecer para todas esa cantidad de significados que vuelan libres por ahí, me hace apreciar momentos sensoriales de distinta naturaleza. No soy blanco o negro, tengo matices. Tengo sensibilidad social, pero a veces quiero algo de romance o de fantasía. Me gustan lo desgarrador, pero también lo sutil. Me enloquece un doble bombo, un teclado juguetón me pude hacer emocionar. Una voz gutural puede despertar la bestia a que hay en mí, o una etérea conmoverme. La guitarra es capaz de hablar y construir los discursos más impactantes, pero puede hacerse una bonita melodía sin ella. Con mi bipolaridad paso de la angustia a la serenidad. La música que escucho puede atravesar momentos parecidos. Pretender que sólo me guste un ritmo, es como sentenciar que sólo me van a fascinar las chicas pelirrojas, ojiazules, con zapatos rojos, rellenitas, de 1.68. Absolutamente ridículo. Puedo despreciar algunos, muchos quizá, tipos de mujeres igual que estilos musicales, pero no puedo reducir todo a una sola fórmula mágica. Y, finalmente, ahora que he descubierto que el deleite por la música es equiparable al que siento por las mujeres, entiendo porque en ninguno de los dos casos puedo hablar de una ideal. Las mujeres y la música son perfectas como concepto (sigo prefiriendo lo segundo), pero no hay ni mujer, ni agrupación perfecta (En un instante cualquiera puede parecerlo). Lo son sólo como conjunto.

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