Mi Ranking de pecados capitales

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  • Ira
  • Gula
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  • Avaricia
  • Envidia

lunes, 28 de abril de 2008

Acerca del que escribe

En buena medida, he dejado mi porvenir en manos de lo que la suerte pueda ofrecerme. No hago grandes esfuerzos por acoplarme a las lógicas sociales y culturales de éste mundo, el cual siempre me ha generado, y ahora quizá más que nunca, una sensación de enorme desarraigo. Intento maltratar lo menos que se pueda mi frágil cuerpo. Arrastro mi torpe existencia a través de más o menos las mismas calles. Sino, estoy en casa, alimentando mi espíritu con música imperecedera, y escribiendo, escribiendo y escribiendo. Paro, leo, o juego algún videojuego. A veces, nada de eso; me tiro en la cama, miro el tosquísimo techo mientras paso algún objeto por mis manos ligeramente temblorosas y cientos de pequeños discursos por mi mente.

Soy un inútil espectacular. No me verán derrochando virtuosismo en la práctica de ninguna de las artes nobles. Tampoco en actividades comunes y populares, como bailar salsa y reggeaton o armar porros. Soy un tributo al Dios de la apatía, un tratado andante acerca de lo impredecible que puede resultar la mente humana. Rompo esquemas de normalidad, y eventualmente acaricio la neurosis. No sigo un libro de normas referente a nada. Me es imposible identificarme de forma fuerte con un estilo de vida o una tendencia artística particular. Digo no a las sectas, a los moldes, unos más elaborados que otros, que como ideas preconcebidas de lo que se puede y se debe ser intentan amarrar cada día a la gente. Le tengo quizá más miedo a las emociones que a los fantasmas. Conozco y deploro el estado de altísima insegura que rodea nuestras vidas, pero me muevo en la ciudad prácticamente sin temor. La gente me gusta y no me gusta. En términos generales no me gusta. Pero puedo profesar cariño, amor, respeto y admiración. A cada individuo le doy la oportunidad de demostrarme si en algún punto sus sensibilidades, y las visiones que tiene del mundo, se conectan con las mías. Incluso si no lo hacen, puedo sentir cariño por ellos. No es fácil llegar a ser amigo mío. Ser un conocido cordial tal vez sí. Pero en la práctica, mucha gente me desprecia o no les importo. Algunos me estiman sin entenderme, y aunque no es lo ideal, es bonito. Siento desprecio por el hombre común, y, en la mayoría de los casos, por el hombre violento.

Puedo apreciar la belleza. Tengo un sentido crítico, ese sí, arraigadísimo a mi naturaleza. Es como mi obsesión por analizar procesos, por intentar interiorizar toda información que flote alrededor mío, por hacerla inteligible, parte de la inmensa cadena intertextual que rige el mundo.

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